El rol del padre ha venido enfrentando desde hace un tiempo interrogantes acerca de su identidad que han ido apartándolo del proceso de gestación, nacimiento y crianza. Este rol es importante y necesario para sus hijos, pues a través de su ejemplo activo brinda seguridad, integridad, desarrollo moral entre otros aspectos importantes y necesarios en el desarrollo psicológico y emocional de los más pequeños de la casa.
La función del padre como apoyo emocional se divide en dos momentos según el desarrollo del bebé: el primero como sostén emocional los primeros dos años de vida del bebé y luego como apoyo a la separación de la diada a partir de los 2 años, momento en que el niño comienza la construcción del yo. Algo particular ocurre durante los primeros dos años de vida de los peques de la casa, y es que en dicho período, el bebé se percibe a sí mismo como parte de su madre en cuanto a su desarrollo psicológico, emocional y social. En este período sostener la maternidad es primordial para la dinámica familiar pues ayuda al peque a construir una base segura para su desarrollo y consta de facilitar la fusión mamá-bebé, permitirla y defenderla, resguardar el nido al brindar protección y apoyar activamente a la madre en su nuevo rol.
Cuando un peque cumple dos años ocurren cambios importantes en su desarrollo psicológico y emocional y la dinámica familiar comienza una fase nueva y diferente. En este momento dan un salto natural hacia la separación emocional de la fusión con su madre necesaria para su desarrollo que exige la primera infancia, por lo que es imprescindible que el rol del padre siga siendo empoderado, activo y respetuoso.
Son muchos los padres en consulta que me refieren sentirse limitados al interactuar con su hijo menor de dos años, en ocasiones refieren que la madre es quien identifica el llanto, que el bebé solo quiere a su madre o que no consigue establecer una interacción duradera. Pues no es coincidencia que a partir de este período los niños logren desarrollar un lenguaje más complejo que le permite comunicarse con su padre. Esto ocurre para que sea él quien lo lleve a interactuar con el mundo adulto a través de los juegos, el deporte, la aventura, el acompañamiento al enfrentar miedos, la iniciación en el colegio y el desprendimiento.
Nuestros peques necesitan tanto a mamá como a papá. Del padre aprenden la fuerza para lograr los objetivos, la seguridad necesaria para triunfar, la asertividad en las relaciones sociales y el uso adecuado de las cualidades y capacidades propias, entre otras muchas cosas.
Así que motivemos a los padres a seguir su instinto paternal y fomentemos los espacios para compartir, invitemos a los padres a empoderarse y a conectarse con su niño interior para sincronizarse con el peque de la casa.
Lorena Jimenez
@Famikids