Por Rosangélica M. Barroeta – @RosangelicaBarroeta
Foto: Jesús Pérez – @JesusFoto
Leí una frase del salmista que reza “Herencia de Jehová son los hijos”, y ha activado una serie de pensamientos en mí. Hoy entendí que todos tenemos a disposición una poderosa herencia y quiero contarte cómo la siento yo y cómo puedes sentirla tú.
A través de la bendición de ser madre, un anhelo que siempre tuve y expresé a viva voz, percibo esa herencia en mí, cada día disfruto y aprendo sobre el amor que Dios tiene por nosotros como hijos suyos. En esta etapa, no solo aprendo cosas nuevas como madre y como mujer sino que experimento un amor único, incomparable, capaz de anteponer los intereses de mi hija a los míos, capaz de dar mi vida por la suya. Un sentimiento que quizá los jóvenes y quienes no tengan hijos no comprenderán pero que está ahí y se siente como la mejor sensación humana de amor hacia alguien, que te lleva a sentir cosas que jamás en tu vida apreciaste aunque no sabes cómo fue que apareció pero está, y no puedes eliminar porque es incondicional.
Partiendo de ese punto no puedo sino sentir que, después de recibir a Dios y de comprometerme con el hombre de mi vida, recibir a mi Isabella, es lo mejor que me ha pasado, es un regalo divino, así como tú eres un regalo de Dios para tus padres y pese a que muchas veces ellos no lo dicen, tienes que saber que te aman con un amor único que viene de la voluntad del altísimo.
Y aunque me digan exagerada, estoy segura que el amor de una madre hacia su hijo es incondicional, si no, veamos a los padres y madres de los reclusos, son los únicos que siguen visitándolos, y es que aunque el hijo sea el peor de la historia, sus padres siguen amándolos, pues en momento determinado de la vida fueron un obsequio hermoso de Dios.
Posiblemente tú no tuviste la oportunidad de tener el amor incondicional o de un padre terrenal o cargas con cualquier otra carencia pero eso puede ser suplantado por el amor que Dios como Padre te puede dar si tan solo le permites que actúe como tal en tu vida. Lo más lindo de todo esto es imaginarse ese amor supremo que él tiene por nosotros, porque si yo amo así a mi hija, ¿cuánto más me amará Dios?, y es que si yo estaría dispuesta a hacer cualquier cosa para que ella este bien, ¿cuánto más Dios lo haría por mí?
Hoy quiero transmitirles la certeza de que, sin lugar a dudas, Dios es grande en amor hacia nosotros y ese amor es la poderosa herencia de la que te hablo, no tienes que dudar ni un segundo que Dios te ama y que eres importante para Él, pues si siendo malos sabemos amar a nuestros hijos, ¿cuánto más Dios lo hará con nosotros? Mi consejo es que uses el hecho de no haber tenido el amor de un padre o una madre y que sea algo que nos motive a que nosotros podamos dar más amor a nuestros hijos, pues no queremos que ellos pasen por las circunstancias difíciles que quizá nosotros pasamos al encontrarnos sin un padre o sin una madre.
Recuerda también que la herencia que Dios te ha dado es para cuidarla, administrarla y sobre todo hacer de ella algo provechoso. De ti depende cómo la administres y la honres. Cada uno de nosotros es responsable de lo que nuestros hijos serán en el futuro, pues si cuidas que tus hijos anden por el camino recto, ten por seguro que en el futuro serán hombres y mujeres ecuánimes y justos delante de Dios y sentirás esa herencia más plena que nunca.