Cuando se habla de conducta muchas veces nos enfocamos en lo que el niño hace o deja de hacer sin preocuparnos en los factores que causaron o están manteniendo estas conductas. Corregimos sin observación y eso nos lleva al ciclo repetitivo de regañar, amenazar y muchas veces hasta humillar al niño sin proveerle ningún tipo de ayuda. Y esto sucede porque pensamos que el desafío está en la conducta sin darnos cuenta del poder de los estímulos y del entorno.
Toda conducta es detonada por un estímulo de antecedente y es importante saber que estos se encuentran en el entorno donde estemos. A través de la observación, podemos identificar lo que en el pasado a detonado conductas tan comunes como rehusarse a seguir una instrucción simple como comer, quitarse los zapatos al entrar y conductas complejas como hacer la tarea, bañarse, organizar su habitación y guardar los juguetes. La ciencia ABA recomienda seguir estos pasos para un desarrollo conductual saludable, sin regaños y con mucha estructura:
Antes de presentar una instrucción al niño debemos tomarnos el tiempo de establecer una negociación, donde la contingencia de “primero y después” se establece para poder tener una más alta probabilidad de cooperación y observación de la conducta deseada. Este paso es tan simple como tomarnos el tiempo de hablar con nuestros hijos y expresarles las tareas por hacer y preguntarles lo que ellos desean hacer a intercambio.
En esta parte del plan, el niño toma “el control” decidiendo que hacer primero y que tener a consecuencia de su esfuerzo. Por ejemplo: un niño que tiene que bañarse y arreglar su cuarto puede escoger primero arreglar su habitación, jugar Nintendo y luego bañarse para poder ver televisión. En este caso los estímulos preferenciales de Nintendo y TV están accesible en su entorno, y esa accesibilidad está disponible siempre y cuando el niño haga la conducta ya previamente negociada.
Si el niño falla en hacer lo que el mismo estableció como esfuerzo, entonces la accesibilidad de los estímulos preferenciales no estará disponible. Y desde este punto en adelante el control lo tiene el adulto, manteniéndose neutral y objetivo sin caer en la tentación de discutir o argumentar con su hijo, puesto que ya la contingencia se estableció y simplemente está experimentando la causa y el efecto.
En los primeros intentos es normal que la conducta no deseada se intensifique, pero a medida que la contingencia se siga reforzando bajo la neutralidad y objetividad, la conducta de reusarse a seguir la instrucción empieza a disminuir mientras la conducta de seguir la contingencia empieza a aumentar y esto es gracias al poder de los estímulos y el entorno.
Es importante recordar que las conductas observadas de nuestros hijos son conductas aprendidas y reforzadas por su entorno, es decir nuestra casa. Para poder ayudar a nuestros hijos, primero tenemos que tomar conciencia de nuestras propias conductas y empezarlas a modificar manteniendo nuestras pasiones bajo control. Un entorno saludable ayuda con el desarrollo saludable de conductas y los estímulos en el entorno nos ayudara a establecer la contingencia de primero esfuerzo y después recompensa que son tan necesarios aprender para un futuro con éxito en sus relaciones interpersonales y mayor independencia en el futuro.
Por: Isabel N. Mendoza, BCaBA