Robert Hernández, llegó a la Florida de Estados Unidos, como estudiante universitario de contaduría en la universidad Santa María y joven apasionado al deporte (beisbol), cuyos roles supo integrar en su experiencia y formación como profesional y ser humano. Hoy, sus roles cambiaron y estamos frente al mismo hombre apasionado pero esta vez en su papel de padre y trabajador comprometido con la empresa que le ha brindado la oportunidad para su desarrollo profesional, Toyota of North Miami
Nacido en la capital venezolana, Robert Hernández pisó suelo americano desde hace 6 años y desde entonces se ha dedicado a vivir y aprender de cada experiencia que Dios le ha deparado. Con una familia consolidada, su hijo Allan se ha convertido en su motor de vida, con el que aprende día a día a ser padre, rol donde no existen manuales ni instrucciones solo el llamado del corazón. Robert, junto a su esposa Paola Arocha, se preparan para recibir a su segundo hijo, para quien solo pide salud, “a mi familia le gustaría niña para tener ya la parejita pero yo solo le pido a Dios que sea lo que él quiera pero que venga con mucha salud. Mis hijos son una bendición”
Frente a la responsabilidad laboral que desempeña en la Toyota, Robert comparte su satisfacción por poder desempeñarse profesionalmente en una corporación donde más allá de “vender” un carro tiene la oportunidad de ayudar a familias que así como él, buscan seguridad, confianza, calidad y vanguardia y “la Toyota cumple con todos esos requisitos”, asegura.
Servicial, empático y con un alto sentido del compromiso personal y laboral, Robert Hernández afirma sentirse feliz y satisfecho cuando ayuda a los clientes a adquirir su primer vehículo “es un gran paso de superación porque todos trabajamos muy duro para establecernos en este país donde el automóvil es prácticamente una necesidad primordial. Personalmente sé lo que implica y lo que se siente”.
Con dedicación y perseverancia el joven talento venezolano es el protagonista de su historia de superación y crecimiento personal, profesional y laboral en un país ajeno a su ciudad natal, donde los sueños tomaron fuerza y hoy por hoy se ven cristalizados y otros tantos que faltan por creer y crear, “siempre trato de poner una balanza entre mi familia y mi trabajo parar rendir 100% en el trabajo y disfrutar de mi familia en todo momento”, asegura el papá de Allan, Robert Hernández